Sin miedo a la guerra de divisas
El presidente del Bundesbank, el banco central alemán, Jens Weidmann, está preocupado por, según sus propias palabras, “la creciente politización de los tipos de cambio”. Sus declaraciones de esta semana coinciden con la decisión del Banco Central de Japón (BCJ) de relajar aún más su política monetaria: ha doblado el tope inflacionario (hasta el 2%) para la economía nipona y llevará a cabo una nueva oleada de compra de activos, tal y como implícitamente le pedía el Gobierno de Tokio.
La tercera economía más grande del mundo lleva más de una década inmersa en una espiral deflacionista. Una lógica centrifuga que empuja a ahorrar antes que a consumir porque manda la expectativa de que los precios bajaran sine die. Es decir, lo que tengo me lo guardo, porque cada día que pase llenaré más la cesta de la compra con el mismo dinero, ya que los productos costarán menos. Este problema de demanda es una de las causas de su funesta década perdida.
La decisión de Japón ha venido a confirmar la tendencia de los últimos seis meses en los que el yen ha ido progresivamente debilitándose con respecto al euro, como muestra el gráfico expuesto bajo este párrafo. Al Bundesbank no le gusta esta nueva tendencia a la devaluación de las divisas. El objetivo es ganar en competitividad, en detrimento, claro, de las economías con monedas fuertes. Al abaratar la divisa bajan también el coste de los salarios y las exportaciones; mientras que se encarecen las importaciones.
La preocupación de Weidemann tiene fundamento. Según un informe de Unicredit, una apreciación del euro del 10% ralentizaría el crecimiento del PIB de la eurozona en casi un 1%. Pero echando la vista atrás, la eurozona ya ha hecho su particular devaluación de divisa. El euro es ahora mucho más competitivo que el yen con respecto a los índices anteriores a la crisis, con una depreciación de casi el 2,5%. Para Felix Salmon, no estamos asistiendo a ninguna guerra de divisas. “La economía japonesa lleva décadas estancada y el comportamiento de la moneda se corresponde a las expectativas de crecimiento y los tipos de interés que resultan también de ellas”, opina en su blog de Reuters.
Según este argumento, los movimientos del mercado siguen guiándose por esa supuesta racionalidad, ya que, además, están descontando una importante distorsión aparecida como consecuencia de la crisis de deuda soberana: las políticas monetarias excepcionales de los bancos centrales, la quantitative easing, el alivio cuantitativo en su traducción literal.
Las compras de bonos en el mercado de deuda pública por parte de los bancos centrales han provocado que el precio de los bonos haya dejado de ser un criterio fiable para medir el riesgo de insolvencia o la capacidad de crecer de un Estado. Pero los traders han seguido mostrado su preocupación a través, esta vez, del mercado de divisas.
Las economías donde han intervenido sus bancos centrales han visto como aumentaba la presión sobre sus divisas, mientras que los tipos de interés permanecían muy bajos e intocables, ante el riesgo de que una subida obstaculizara la recuperación. ¿Cuál ha sido, por tanto, la salida? Permitir la devaluación de la moneda.
Reino Unido forma parte de los este grupo. La libra ha bajado un 3,5% con respecto al dólar en la última semana. Pero tanto el emisor británico, que ha visto como los severos programas de ajuste de David Cameron se han traducido en una recesión en W, como el banco central de Japón parece que han tomado nota de los movimientos de su homólogo estadunidense. Ben Bernanke ha añadido a su termómetro monetario no sólo la barra roja de la inflación, sino también la tasa de desempleo, como señala aquí Nicholas Wapshott.
Un post de David M. Pérez, puedes econtrarme en @dmarcialperez
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